Una habitación de 185 metros cuadrados repleta de montañas de yuanes. Autobuses llenos de trabajadores coordinados por teléfono. Chips deliberadamente "quemados" para engañar al Genius Bar. Una unidad militar de élite ordenando apagar las cámaras de seguridad mientras golpeaba a decenas de personas. Suena a película de acción, pero fue la realidad que Apple enfrentó en China durante años con las llamadas vacas amarillas (黄牛, huángniú).
En mandarín, las vacas amarillas eran auténticas redes organizadas que encontraban deficiencias del mercado y las explotaban. En los años 90, habían creado un lucrativo negocio con billetes de tren. En 2010, habían encontrado su nueva mina de oro: el iPhone.
Mucha demanda y apenas cuatro tiendas para toda China
A finales de 2010, Apple operaba más de 300 tiendas en todo el mundo, pero en Beijing, una ciudad de casi 20 millones de habitantes, solo tenía dos. Abrir tiendas de Apple en el gigante asiático no fue fácil. De hecho, lo consiguieron de milagro en 2008 gracias a un taller de costura que les permitió traspasar la licencia. En un año en que la fiebre por el iPhone 4 era muy alta, Apple tenía dos tiendas en Beijing y otras dos en Shanghái. La población entre ambas ciudades superaba los 40 millones de personas. La misma, casi que España entera. Y por supuesto, sin sumar el resto de las ciudades chinas.
Ante este panorama de ausencia de tiendas Apple por todo el país, las vacas …