Como parte de las lecturas de verano estuve revisando algunos artículos que tenía por ahí aparcados. The Evolutionary Argument Against Reality de Amanda Gefter en Quanta Magazine es uno especialmente interesante y provocador sobre las cuestiones de la percepción, la realidad y la evolución.
Parafraseando a clásica situación, ¿cómo sabemos que una fresa es roja? ¿A qué llamamos rojo? Si el sentido de la percepción del color de una persona estuviera «estropeado» y lo rojo lo viera azul desde que nace pero estuviera acostumbrado a llamar «rojo» al azul, ¿en qué cambiarían las cosas? Y en un mundo en el que todas las personas menos una naciesen con ese «defecto», ¿quién tendría «razón» al denominar a los colores? Estamos hablando de percepciones, experiencias y puntos de vista.
La entrevista que ocupa el grueso del artículo versa sobre el trabajo en las últimas tres décadas de Donald D. Hoffman, un profesor de ciencia del conocimiento de la Universidad de California, Irvine. Según su teoría, la realidad podría no tener nada que ver con el modelo que nuestras mentes crean de ella. La explicación, dice, es que la solución «humana» a la necesidad de interpretar lo que sucede en el mundo real es básicamente la que maximiza nuestra capacidad de supervivencia y evolución. Pero, lo más importante: no es necesariamente un modelo fiel de la realidad, sino simplemente «conveniente». Sencillo y conveniente.
Según esto lo que perciben nuestros sentidos y la forma en que el cerebro lo procesa poco tiene que …