El joven cineasta Robert Eggers, nacido en Estados Unidos, se decidió por la producción independiente para entregarnos una robusta ópera prima que le valió ser galardonado en el Festival de Sundance.A la espera de conocer sus intereses como potencial autor de cine —y posibilidades tiene de serlo a la vista de que, no sólo ha escrito su propio guión para The Witch, sino que hasta su estilo, de afianzarse, le podría confirmar como tal—, Eggers se ha lanzado a la piscina igual que otros antes que él, con una película de terror de aspiraciones comerciales que llame la atención de la industria pero, en su caso, sin dejar de lado la decencia cinematográfica.
Para ello, basándose en múltiples testimonios y declaraciones reales de la época colonial americana, ha construido un sólido cuento sobre una familia sectaria y recalcitrante, pero bienintencionada en cualquier caso, a la que expulsan de una colonia de puritanos en el siglo XVII, por lo que deciden establecerse orgullosamente a la orilla de un bosque más oscuro de lo que pudiera parecer a simple vista.
Lo que vemos en pantalla conforme se desarrolla el drama, es decir, el grupo familiar que abandona la comunidad a la que pertenecía y se instala en medio de ninguna parte de una zona boscosa, los temores conservadores que determinan la situación inicial y el comportamiento ante las peripecias que la perturban y conducen a los protagonistas a otra muy diferente, y las consecuencias de la exacerbación del sentimiento religioso, todo ello …