1938 fue un año que hacía pensar en la esperanza. Se comenzaba a sentir que la gran depresión estaba cerca de terminar y, tal vez por eso, surgían por aquí y por allá signos de bienaventuranza. Los niños veían nacer los largometrajes de dibujos animados con Blanca Nieves y los siete enanos, mientras los adultos tenían un héroe de carne y hueso en el nuevo campeón de los pesos pesados, el gran Joe Louis. En México teníamos a nuestro propio héroe, el General Lázaro Cárdenas del Río, que en marzo de ese año proclamó la expropiación petrolera. Como contraste, en Alemania ascendía al poder el villano de la década, y probablemente del siglo, Adolf Hitler, quien por cierto, sentía admiración por la teoría del superhombre del filosofo Friedrich Nietzsche.
En un mundo así, sólo era cuestión de tiempo para que surgiera un héroe ficticio que reuniría la esperanza de la época. Así, el 18 de abril de 1938 llegó a los puestos de revistas de Estados Unidos un cómic que se volvería mítico: Action Comics #1. La publicación era una antología de historias, incluyendo una de Marco Polo, pero de entre todos los personajes que poblaban la revista resaltaba Superman, un forzudo bienhechor que marcó el inicio del género de superhéroes. El hombre del mañana -creado por el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster- condensaba los anhelos de la época, además de mantener algunos de los tópicos de los héroes del momento. Presentaba al típico héroe de barba cuadrada …