Nintendo siempre ha mimado cada saga de Super Mario para marcar el listón de lo que un videojuego debería ser dentro de su filosofía, siempre enfocado al juego, la sorpresa y la diversión. «Super Mario Odissey» no solo ha situado el listón, sino que el salto ha sido hasta la Luna, por su imaginación, sus innovadoras mecánicas y su variedad engarzada a la perfección.
La saga Super Mario abandona el planteamiento de dos dimensiones y regresa a la fórmula de «sandbox» —libertad de movimientos— en su entrega para Nintendo Switch. No es la primera vez que Mario entra en el mundo de la libertad de movimientos; ya lo hizo en otras ocasiones. La primera, hace casi veinte años, con «Super Mario 64». En esta ocasión no ha tratado de buscar grandiosidad a través de un mundo más vasto para demostrar potencia. La grandiosidad la ha buscado, y encontrado, en que esa libertad es efectiva, total. No solo en la capacidad de marchar adónde y cuándo se quiera sino de hacer lo que se quiera con todo lo que hay alrededor. Es el Mario con mayor variedad de acciones y movimientos, que, a su vez, generan nuevas mecánicas nunca vistas y nuevas formas de jugar.
Para ganar esa libertad de acción es fundamental la participación del, posiblemente, «power-up» o poder más valioso de todas las sagas. Una gorra capaz de tomar posesión de los elementos animados del juego, enemigos incluidos, para usar sus habilidades en beneficio propio y así superar …