El 25 de mayo de 1993 la policía irrumpe en un pequeño apartamento de la localidad de Idar-Oberstein (Alemania). Al entrar se encuentran con los peores presagios, una anciana que llevaba varios días sin responder a las llamadas yacía en el suelo. Había sido brutalmente asesinada pero en la escena del crimen no existía móvil aparente. Ningún dato sobre el asesino a excepción de una pista que podría arrojar luz: el ADN en una taza de té. La policía no lo sabía, pero ese ADN se iba reproducir en otras 40 escenas de diversos crímenes. Pasaron 16 años para identificar el nombre que había detrás.Read more...