Pasa muy rápido el tiempo y parece que fue ayer cuando los que crecimos con los videojuegos de la vieja escuela fuimos testigos de algo que en la década de los noventa hubiera parecido imposible: un juego en el que conviven Mario y Sonic. Cada dos años el emblemático erizo azúl de Sega y el personaje más famoso de Nintendo –y quizá de los videojuegos– se reúnen al lado de los países que celebran la fiesta olímpicia, tanto veraniega como invernal.