Si había una compañía que tenía el perfil adecuado y los recursos necesarios para para hacer un buen juego de Attack on Titan, esa era Koei Tecmo, o mejor dicho, su estudio interno Omega Force. Con todo su expertise en juegos de acción y combate resultaba imposible no imaginar que ellos se hicieran cargo de un juego como éste. Por suerte se dieron cuenta de ello y, tras analizar sus capacidades, la desarrolladora nipona se animó a tomar el riesgo de hacer un título de Shingeki no Kyojin, ese mismo que pudiese complacer a los fans que tanto han esperado por un juego digno de la franquicia. Por lo visto lograron su objetivo.