Debo admitir que soy bastante reticente a los productos que parten de un concepto relativamente reciente. Me pasó con el iPad de Apple, un dispositivo al que no le veía mucho sentido cuando se presentó porque en mi cabeza lo veía como un iPod touch gigante, y para qué quería yo eso si ya tenía su reproductor MP4 de 3,5".

También me pasó, unos años más tarde, con el Apple Watch. Aunque me llamó la atención desde el principio (era partícipe casi a diario de cómo un profesor de la universidad revisaba las notificaciones de su iPhone en él mientras impartía la clase), tampoco lo vi como algo imprescindible y que tenía que tener en mi muñeca sí o sí.

Y la última vez que tuve esa sensación fue con los AirPods de Apple. Como muchísima gente en todo el mundo, escucho música o podcasts en varios momentos del día: mientras voy por la calle, practico ejercicio, estoy trabajando o realizo cualquier tarea. Sin embargo, ya teniendo unos auriculares Bluetooth con cable tampoco veía la necesidad de hacerme con ellos. De hecho, tardé tres años, aproveché a que Apple lanzara la nueva versión de los AirPods con chip H1 y “Oye Siri”.

Al final, los tres ejemplos mencionados anteriormente han acabado formando parte de mi vida: el iPad por trabajo y entretenimiento, el Apple Watch para registrar mis entrenamientos y recibir notificaciones importantes, y los AirPods para disfrutar de mi contenido sonoro favorito. A pesar de que sigo de cerca …