No todo el mundo conoce el origen de Nintendo. Hace un siglo, la compañía japonesa se introdujo en el mercado con la fabricación de barajas de cartas con tal éxito que se decidió ampliar el espectro a todo tipo de juguetes para, décadas más tarde, encontrar su nicho perfecto: el de los videojuegos. Ahora, cuando lo «vintage» se ha puesto de moda, y tras el rotundo éxito de Nintendo Switch (que en su primer año de vida ha conseguido vender más de 3,8 millones de videoconsolas, por delante de PlayStation 4, que «solo» llegó a 1,1 millones de dispositivos), ha deslumbrado con la idea de Nintendo Labo o cómo convertir en tecnología viva un trozo de cartón.
La idea es simple: planchas de este mundano material se convierten, una vez dobladas según las instrucciones que nos ofrece la propia videoconsola, en un robot para hacer carreras, una caña de pescar que llega hasta las profundidades marinas, un piano en el que suenan gatitos o ancianos con gafas y canas o el manillar de una moto con la que competir en grandes circuitos sin movernos del sofá. ABC ha podido probar el «invento» que propone la compañía japonesa -que viene a completar una criticada oferta de videojuegos que no termina de convencer- y que pretende revolucionar, aunque suene paradójico, la forma tradicional de jugar con la tecnología.
Dos opciones para Nintendo Labo
Estos accesorios, que llegarán a las tiendas el próximo 27 de abril, vienen sin montar, estilo Ikea. A …