Otra vida, disponible en Netflix, es otra de esas series que mejor olvidar. O que ver por las risas pero sabiendo a lo que vas. Ojo que esta reseña contiene algunos espoileres.
La premisa es que en un futuro no muy lejano un día cualquiera un aparato alienígena sobrevuela los Estados Unidos antes de aterrizar y convertirse en una especie de torre compuesta por miles o millones de facetas cristalinas.
Como los esfuerzos por establecer comunicación con ella fracasan los Estados Unidos (Naciones Unidas para qué, vive la vida) deciden enviar la Salvare a Pi Canis Majoris, la estrella hacia la que la torre envía una señal de forma continua. Menos mal que la Salvare es capaz de viajar más rápido que la luz porque son 96 años luz. Al mando irá Niko Brekenridge, que sustituye a última hora a Ian Yerxa, quien iba a ser el comandante de la misión.
Mientras, de forma más bien poco sorprendente, el marido de Niko seguirá intentando comunicarse con la torre o lo que sea al tiempo que se encarga de Janna, la hija de ambos.
La premisa no es exactamente original, cierto. Pero aún así podía haberles salido una serie entretenida. De no ser porque da la impresión de que quienes escribieron los guiones se empeñaron en meter en ellos todos, absolutamente todos los temas recurrentes de las historias de ciencia ficción:
☑ Motín a bordo (en la primera media hora o así de la serie).
☑ ¡Oh, dios mío, vamos a morir …