Oliver Stone regresa a la gran pantalla con Snowden, un filme del que, como poco, hay que decir que es necesario para su carrera y para los espectadores en su calidad de ciudadanos inmersos en la globalización.La ya dilatada carrera de este director neoyorkino, con algunas excepciones, se divide entre unas cuantas intrigas criminales, como Natural Born Killers (1994), la intensa U Turn (1997) o Savages (2012), y su particular cine político, que es en el que más se ha centrado y el que mejores réditos le ha proporcionado: Salvador (1986), su inclemente trilogía sobre la Guerra de Vietnam, formada por Platoon (1986), Born on the Fourh of July (1989) y Heaven and Earth (1993), la insuperable JFK (1991), las profundas Nixon (1995) y Alexander (2004) y la blanda W. (2008) son las recreaciones históricas en las que reflexiona sobre el poder y la violencia y toma partido.
Pero también la flojísima World Trade Center (2006) y sus cuestionables documentales del siglo veintiuno, como Comandante (2003), Looking for Fidel (2004) y *South of the Border (2009), sobre América Latina, o la serie The Untold History of the United States (2012-2013). Incluso en otras películas como la afilada Wall Street (1992) y su irregular secuela, Wall Steet: Money Never Sleeps (2010), The Doors (1991) y Any Given Sunday (1999), prevalece su fundamental apego por la realidad y, casi siempre, su propósito de evidenciar los aspectos indignantes de la misma.
Y es lo que precisamente vuelve a mostrar en Snowden, la adaptación …