Las obras de arte guardan grandes memorias. Algunas reúnen historias de ida y vuelta, de viajes de miles de kilómetros y de una lucha por restablecer lo que una vez fue robado. El régimen nazi también quiso cambiar el curso de la historia del arte.
Para 1933, el pintor holandés Vincent Van Gogh se incluyó en la lista de artistas “degenerados” para el nazismo. Muchas de sus obras más conocidas fueron expropiadas a sus dueños legítimos y se expusieron disimuladamente en museos. Una de esas pinturas fue el famoso retrato del Dr. Gachet. Cuando finalizó el cuadro, el propio Van Gogh envió una carta a su hermano para hablarle de ella: “Acabo de hacer un retrato de M. Gachet con una expresión melancólica que bien podría parecer una mueca a los que la contemplan. Triste, pero suave, clara e inteligente…”
En el caso de esta pintura, los nazis no la robaron de un coleccionista privado, sino que la extrajeron del Museo Stadel de Frankfurt en Alemania. El museo había adquirido el retrato en 1911 y fue confiscado en 1937. De hecho, Hermann Goring, Mariscal del Reich, dándose cuenta del enorme valor de la obra, decidió venderla para obtener importantes beneficios. Así, el cuadro fue subastado y finalmente comprado por un coleccionista alemán que a su vez rápidamente lo vendió a Siegfried Kramarsky. Curiosamente, este individuo era un financiero judío que huyó en 1938 a Nueva York para escapar del Holocausto. Pagó la nada despreciable cifra de 53.000 dólares de la época.
Pasó medio …