Existen musicales que optan por utilizar recursos propios del género pero los usan de forma muy original y dan por resultado películas muy interesantes.
A los musicales los precede su reputación. Con ellos no hay medias tintas: o se les ama o se les odia, jamás un punto medio. Muchas pueden ser las razones de estas polarizaciones, la música, los diálogos cantados, los temas fantasiosos o la teatralidad de las escenas y personajes. Estos elementos son significativos para cada lado de la moneda de la estima que se le puede tener a los musicales.
En esta ocasión, nos centraremos en algunos musicales que bien pueden gustar a los más reacios a los mismos. Y es que, por fortuna, como en casi todo lo que tiene que ver con el arte, existen muchísimas opciones y variantes dentro de un mismo género.
Apegarse a la idea de que todos y cada uno de los musicales no nos van a gustar (también aplica al contrario) es una generalización peligrosa
Apegarse a la idea de que todos y cada uno de los musicales no nos van a gustar (también aplica al contrario) es una generalización peligrosa: puede que estemos dejando fuera interesantes propuestas o metiendo en el mismo costal obras que no suponíamos se catalogaban en dicho género.
Cuando escuchamos la palabra musical pueden venir a la mente algunas imágenes: películas de época, niños simpáticos cantando tragedias o, en todo caso, escenas que ya están en la imaginación colectiva con musicales como Bailando bajo la lluvia, Sonrisas y lágrimas, …