Ana es una amiga con la que hablo prácticamente todos los días, y que vive a 600 kilómetros de distancia, me escribió hoy por la mañana diciendo que se había muerto su tío.
Sabía cuál era la pregunta que le iba a formular, y rápidamente me aclaró que no tenía nada que ver con el coronavirus. Tenía una infección de riñón y llevaba varios días empeorando hasta que finalmente ayer acabó falleciendo.
En estos tiempos de cuarentena y distanciamiento social, situaciones como esta se pueden hacer mucho más duras, ya que no es posible acercarte a tus seres queridos para poder darles un abrazo y celebrar una ceremonia que sirva como una despedida.
Tuvieron que recurrir a grupos de WhatsApp y videollamadas para poder consolarse, animarse y darse cariño mutuamente. Y fue entonces cuando Ana me dijo una frase que me dejó totalmente sorprendido:
Durante unos segundos no podía creer lo que estaba leyendo, pero al momento caí que tenía razón. Con 36 años, me ha tocado ir a unos cuantos entierros de familiares y seres queridos, y siempre me han parecido un tanto morbosos y, que en vez de aliviar el dolor, sólo hacían hundirnos un poco más.
Aquí se podría abrir otro debate lícito e interesante. Por un lado, vivimos en una era del "usar y tirar", y un tema tan delicado como despedir a un ser querido no es algo que se pueda o deba hacer a la ligera.
Al …