Lesbos, luces en la oscuridad.
Hace ya dos meses que volví de Lesbos. Siempre me ha gustado escribir, pero por alguna razón que aún no alcanzo a comprender no he podido hacerlo hasta el momento. Ya allí, sobrepasada por el ritmo de “trabajo”, vi la imposibilidad de dedicar un rato todos los días para informar de lo que estaba viviendo. Al volver y reincorporarme al trabajo creí injusto contar las historias de unos y no de otros; a otras podría ponerlas en peligro si mencionase su nombre, y el poco tiempo disponible hacía difícil recordar y escribir las decenas de historias de las personas con las que coincidí durante mi período de voluntariado.
Y esa es la clave. Personas. Personas como tú y yo que se ven forzadas por las circunstancias a huir de un país destrozado por la guerra o situaciones más que insostenibles. Los peores comentarios que se pueden escuchar, y que incluso personas con responsabilidad pública realizan, siempre deshumanizan a los refugiados. Se habla de ellos como si no sintiesen, no llorasen, no riesen, como si no tuviesen una vida anterior muy parecida a la tuya, como si no amasen a los suyos…como si no importase que mueran dos mil, tres mil o diez mil más.
Una de mis compañeras voluntarias me bautizó como The Storyteller, e intentaré hacer honor a este sobrenombre contando mi historia propia y las de algunos de los que se cruzaron en ella durante las dos semanas que viví en Lesbos.
El principio
Aunque todo comenzó muchas …