Es mejor que desterremos de una vez por todas los prejuicios con el cine en blanco y negro. De lo contrario, nunca disfrutaremos de películas que son maravillosas.
Seguro que conocéis a no pocas personas a las que, de entrada, una película en blanco y negro les echa para atrás porque les huele a naftalina y no quieren perder su tiempo valioso con algo viejo; y quizá a vosotros también os ocurra eso mismo. Pero no os engañéis: ni el hecho de que rodaran sus filmes en una época distinta ni la gama cromática que luzca un filme pueden constreñir la genialidad de ciertos realizadores, y esta se les escapa a raudales. Pese a ello, no cabe duda de que el color vino a aportarle realismo y mayores matices al cine clásico que ya encandilaba al público en las antiguas salas de proyección populares.
El color aportó realismo y matices al cine clásico, pero los grandes cineastas no lo necesitaban para asombrar al mundoPero Charles Chaplin no lo había necesitado para dispensar carcajadas imposibles de controlar con los cortos Easy Street, The Cure, The Immigrant, The Adventurer (1917) y Shoulder Arms (1918) ni con el graciosísimo enredo del mediometraje The Pingrim (1923); ni Dimitri Kirsanoff para el realismo poético adelantado a su época de la dramática Ménilmontant (1926); ni Fritz Lang para tener boquiabiertos a los espectadores con la futurista Metropolis (1927); ni Lewis Milestone para helarles la sangre en All Quiet on the Western Front (1930), película antibélica donde las …