Malos tiempos para las startups de reparto a domicilio. Los repartidores de las mismas están empezando a reclamar mejores sueldos y derechos.
Chicos jóvenes, con bicicleta, estudiantes que buscan sacar algo de dinero para sus pequeños gastos personales... Este ha sido el perfil que la mayor parte de las startups delivery ha buscado para complementar la división operativa de sus negocios. En otras palabras: mano de obra relativamente barata que tampoco estuviese demasiado interesada en hacer de este trabajo una profesión estable. Sin embargo, la realidad ha sido muy diferente. Hay cientos de jóvenes dentro de las filas de estas empresas pero, ¿quién no ha hecho algún pedido y al abrir la puerta había alguien que rondaba ya los 50? Lo cierto es que muchos han encontrado en este forma "fácil" de lograr un trabajo una pequeña fuente de ingresos con la que subsistir.
Y esto tiene unos problemas asociados. El primero: los repartidores ya no son los últimos en la cadena de la empresa. Los ingenieros que han tenido como misión mejorar las plataformas, las experiencias de usuario y la tecnología disponible ya no deberían ser los ojos derechos de los CEOs de estas startups. Sin los repartidores no hay nada que hacer. Y la segunda razón, y que la historia de los trabajadores a lo largo de los siglos ya deberían demostrar a los empresarios, es que a más crecimiento y más ingresos, más derechos y sueldos se solicitan.
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