Seis días después de la catástrofe de Chernobyl, tres personas sacrificaron sus vidas para evitar un accidente aun mayor.
Un 26 de abril de 1986, en un lugar próximo a la próspera ciudad de Prypiat, tuvo lugar una de las mayores catástrofes que la humanidada recuerda: la explosión del reactor número cuatro de tipo RBMK-1000 perteneciente a la central nuclear Vladímir Ilich Lenin. Aquella explosión, fruto de experimentos soviéticos incontrolados, mantuvo a una gran porción de la población europea bajo los efectos de la tan temida radiación durante un periodo de tiempo, una situación que puso en peligro miles de vidas.
La tragedia de Chernobyl, que es como se reconoce al mencionado incidente, dejó miles de muertes y heridos. Desde los propios científicos que trabajaron en la central nuclear la noche de la explosión hasta los miles de operarios que decidieron colaborar escasas horas después del accidente, los cuales se sometieron a elevados niveles de radiación mientras trataban de sellar el ardiente y mortífero núcleo del reactor.
De esos operarios podemos escuchar miles de historias diferentes, pero la de Alexei Ananenko, Boris Baranov y Valeri Bezpalov es, indudablemente, una de las más heroicas que sucedieron en 1986.
La población europea, en riesgo
Tras la explosión inicial del reactor número cuatro de la central nuclear Vladimir Ilich Lenin, los operarios y equipos de emergencias trataban de apagar el fuego procedente del reactor a la vez que sellaban con materiales pesados el núcleo del mismo. El objetivo era relativamente sencillo: bloquear el foco de radiación y fuego …