La muerte el pasado domingo, a los 78 años, de Lee Kun-hee, presidente de Samsung Electronics Co., acaba de abrir la pugna entre sus sucesores para hacerse con el control de una de las mayores marcas tecnológicas del mundo, además de la mayor fortuna de Corea del Sur, estimada en 20.000 millones de dólares (16.700 millones de euros). Los hijos -un varón y dos mujeres- quieren el cetro de oro, y lo quieren ya. El culebrón de la sucesión acaba de empezar y tiene en Lee Jae-yong (52 años), primogénito del magnate, a su protagonista.
Desde hacía seis años, cuando su progenitor sufrió un infarto cerebral, Jae-yong ya oficiaba como líder de facto del grupo empresarial. El traspaso de poderes entre padre e hijo habría resultado de lo más tranquilo si no fuera porque el heredero tiene dos causas judiciales abiertas que podrían llevarlo a la cárcel, donde ya estuvo tras su detención en 2017 por supuestas prácticas corruptas.
En un país donde las dinastías empresariales son una norma, no es extraño que la Justicia haya puesto su mirada en la emblemática empresa, y desde varios frentes. Uno de ellos es cuantificar de manera precisa el impuesto de sucesiones. Los últimos años de vida de Lee Kun-hee estuvieron envueltos en un halo de misterio e incluso se rumoreó que había fallecido y que su defunción se había ocultado para evitar el azote del Fisco. Según estimaciones de la agencia coreana Yonhap, si los miembros de la familia de Lee …