Las sencillas pero inquebrantables reglas del juego persecutorio entre Coyote y Correcaminos, la serie de animación creada por Chuck Jones en 1949. Se trata de una versión ligeramente extendida de la que sacamos por aquí ya hace diez años.
Correcaminos nunca puede hacer daño a Coyote excepto haciendo “¡Bip! ¡Bip!”
Ninguna fuerza externa puede causar daño a Coyote: sólo su propia ineptitud o el fallo de los productos Acme.
Coyote podría parar en cualquier momento si no fuera porque es un fanático. (Recuerda: “Un fanático es alguien que redobla sus esfuerzos cuando ha olvidado su objetivo.” George Santayana.)
Nunca hay diálogos, excepto [el irritante] "¡Bip! ¡Bip!"
Correcaminos tiene que mantenerse en el camino; más que nada porque es un Correcaminos.
Toda la acción se debe limitar al entorno natural de los dos personajes: el desierto del sudoeste americano.
Todas las herramientas, armas o utensilios mecánicos deben pertenecer a la corporación Acme.
Siempre que sea posible hay que hacer que la gravedad sea el mayor enemigo de Coyote.
Coyote se siente siempre más humillado que herido por sus fracasos.
Es habitual encontrarse con una décima regla, que dice:
La simpatía de la audiencia debe permanecer con Coyote.
Y en una versión más extendida se añade esta otra,
Coyote nunca podrá capturar o comerse a Correcaminos.
Que tal vez sea demasiado obvia porque de otro modo “no habría más Correcaminos.”
Los primeros bocetos de los personajes Wilie E. Coyote (entonces Don Coyote) y de Road Runner, dibujados por Chuck Jones para la …