La guerra de Irak todavía se sigue cobrando víctimas, años después de que se acabara. El aire emponzoñado ha contaminado el país hasta lo más profundo de sus raíces y habitantes.
Plomo, mercurio, titanio... estos elementos no deberían flotar. Pero eso precisamente es lo que ocurre en Dojama. O en Al Duloiya. O Balad. Y en cientos de lugares más, por toda Irak. En un arrabal de casas apiñadas, junto una enorme base aérea, el aire todavía trae consigo el olor a quemado. Aunque han pasado ya cinco años desde que terminó oficialmente la guerra de Irak, los fuegos siguen ardiendo en enormes piras. Y el humo esparce lentamente restos de metales pesados. O sustancias tóxicas. Lo hicieron durante el tiempo que duró la guerra y siguen haciéndolo hoy día. Pero, ¿a quién puede hacerle daño la basura quemada? Probablemente, nunca lleguemos a entender el impacto que han tenido las consecuencias de la guerra. Pero aunque las balas ya no silben entre las calles del país (al menos no entre los bandos que protagonizaron la invasión, años atrás), los pulmones se llenan de aire contaminado y las madres abortan o dan a luz niños deformes. Son los herederos inesperados de las consecuencias de la guerra, víctimas de un conflicto que ni siquiera vivieron.
El aire de la guerra de Irak
La invasión de Irak, en 2003, atrajo al país un contingente de increíbles proporciones. La coalición europeo-americana entró a raudales en Irak, dejando huella por donde pisaba. Pero no solo a nivel estratégico …