¿Y si los edificios del mañana no solo fueran sostenibles, sino también capaces de absorber dióxido de carbono? Un nuevo enfoque propone transformar los materiales que usamos a diario en auténticos pulmones artificiales. Con tecnologías ya disponibles, podríamos reducir a la mitad las emisiones globales. Pero ¿estamos preparados para dar ese paso?