Alguien redescubrió una vieja y a la vez tremenda anécdota de la misión STS-27 del transbordador espacial Atlantis en 1988, una de las misiones militares «clasificadas» para poner satélites en órbita, que estuvo a punto de acabar en desastre. Está contada con detalle por Mike Mullane en Riding Rockets: The Outrageous Tales of a Space Shuttle Astronaut, un libro que tiene pinta de ser muy interesante y en SpaceflightNow hace años.
El caso es que a los 85 segundos del despegue del Transbordador Atlantis –era el segundo lanzamiento tras el desastre del Challenger– se desprendió un trozo de aislante del cohete de combustible sólido de estribor, dañando ni más ni menos que 700 losetas térmicas de las que utilizaba el transbordador. Ya se sabía que la pérdida de losetas podía ser un grave problema, pero en las imágenes de televisión no se veía gran cosa. Así que una vez en órbita lo ingenieros de la NASA pidieron que utilizaran el brazo robótico para tomar imágenes y evaluar la situación.
Cuando los astronautas grabaron la zona del ala de estribor se quedaron acongojados: algunas losetas parecían haber desaparecido, cientos de otras estaban dañadas e incluso había daños en los paneles de fibra de las alas. Según contaba Mullane «sabíamos que si alguna loseta había llegado a perforar los paneles de fibra de carbono del borde de ataque del ala éramos hombres muertos.»
El ambiente en la lanzadera era todo ansiedad y desesperación: «Habíamos visto con nuestros propios ojos que íbamos a …