Lo que tendría que haber sido el trampolín necesario para la diversidad en nuestras vidas se ha convertido con los años en una máquina de separarnos en grupos identitarios.
Cuando un joven entra a la universidad pasa por una época de crecimiento personal. Llega a un entorno en principio más heterogéneo, se enfrenta a responsabilidades de adulto y conoce gente con puntos de vista más variados. Es un rito de pasaje de las sociedades desarrolladas.
Las redes sociales, como las entendemos hoy, son desde hace tiempo un elemento que hace lo contrario. Lo que debería ser una herramienta para conocer diferentes puntos de vista, poder estar en contacto con personas de toda índole y el acceso a, literalmente, toda la información pública disponible en el mundo ha creado en la mayoría de las personas un sentimiento de angustia, desamparo e introspección.La globalización de nuestras individualidades nos viene grande, nos asusta y nos hace volver al cobijo de la tribu
La gratificación instantánea de un retweet o un compartido en Facebook son nuestra dosis que mantiene a nuestro cerebro enganchado y en búsqueda de otra opinión, artículo o meme capaz de generar cada vez más compartidos, más corazones y más aprobación digital. La forma en que los algoritmos, especialmente la parte orgánica del News Feed de Facebook, organizan lo que vemos desde hace unos años ha dado aún más apremio a esta sensación. Nos ha separado en grupos homogéneos.
Dejamos de seguir a quien constantemente está en contra de alguna de nuestras …