En el mundo de los coches autónomos hay un viejo dilema que requiere atención especial entre ingenieros, programadores, abogados, políticos e incluso filósofos: ¿a quién debe salvar el vehículo cuando hay un accidente mortal, al pasajero o a los que serán atropellados?. Un caso que ejemplifica bastante este dilema es el siguiente: un coche autónomo