Bajo el glamour y los millones, el mundo del fútbol oculta un gran iceberg: una considerable cantidad de personas que disfrutan de una carrera laboral efímera, desarraigada, lejos de casa, nomadista, y sin cheques de seis ceros. En los casos más extremos, chicos que lo iban a ser todo y acaban defenestrados aun siendo muy jóvenes. Es la cara amarga del fútbol.
Año 2007. En el mundo del fútbol, Ronaldinho ha abdicado y el Barça ya no está para batirse el cobre con cualquiera. El Madrid vuelve a emerger. Las capitales de Europa son Milán y Liverpool. Messi es un veinteañero imberbe llamado a ser el sustituto de Ronaldinho. Pero hasta Messi tiene un sucesor: Gai Assulin (Netanya, Israel, 1991), un canterano del Barça que acaba de cumplir 16 años. Demasiado temprano como para meterle la presión de ser el heredero del heredero del trono.
Frank Rijkaard, entrenador del Barcelona por aquel entonces, le da la alternativa y le incluye en los entrenamientos del primer equipo. Su nombre comienza a aparecer día sí día no en la prensa. Guardiola, que llegó un año después, le dio continuidad en su condición de promesa. Pero cuando acabó el segundo año de la época Pep, defenestrado por la intermitencia y la fama de jugador que todo lo comienza pero nada termina, Gai Assulin se marcha del Barça a los 19 años, con la etiqueta de promesa fracasada, de juguete roto.A partir de ahí, dos años en la disciplina del Manchester City (cuando aún no …