Hay más historias que contar detrás de los muros de la memoria que las que podemos imaginar dentro de un gigantesco edificio de oficinas. La tecnología nos ha acostumbrado a los grandes logros: a los coches que se conducen solos, a robots explorando Marte, a que todos llevemos un súper ordenador en nuestros bolsillos. Pero recordamos demasiado poco de dónde viene todo aquello, y no todo tiene que ser gigantesco para que se convierta en leyenda.
De hecho, los muros de la mansión en la que comenzamos hoy no están plagados de riquezas, ni pertenece a la alta nobleza. No se trata de un gran castillo - aunque durante muchos años fue un imperio - y en muchos aspectos, representa una época gloriosa que desde la llegada de la App Store, estamos volviendo a vivir de forma similar. Si atravesamos el océano del tiempo que nos distancia, aterrizaremos en 1984. Pero no estamos en la costa oeste de Estados Unidos, ni en una gran ciudad como Nueva York.
La periferia de la ciudad ahoga los sonidos de los coches de la época. Desvencijada entre el resto de casas, encontramos una pequeña buhardilla, quizás en hoy en día repleta ya de enredaderas y un montón de polvo amontonado... Aunque por aquel entonces era el centro de una aventura que comenzaban tres hermanos. No eran empresarios, ni nadie les apadrinaba con una gran suma de dinero.
Aquella casa era la de sus padres, y aunque puede parecer otra más, …