Sal y pimienta. Tal vez un poco de ajo o cebolla. Un toque de paprika para verse excéntrico. Ya sean comino, romero o clavos de olor, las especias son un elemento básico para sazonar los alimentos. Aunque no a muchos nos gusta la comida muy condimentada, en la Edad Media no hubiéramos tenido opción: si asistíamos a un banquete, habríamos tenido que comer un platillo elaborado con 15 o hasta 20 tipos de especias.
Condimentos al por mayor. Jengibre, canela, pimienta negra, nuez moscada, azafrán y una larga lista de condimentos eran el día a día entre los banquetes del medievo. Hoy serían incomibles, pero aquellos "manjares" era lo que ofrecían los nobles medievales a sus comensales con salsas para carnes con más de una docena de especias y mucha, pero mucha azúcar. Para ellos, esto era nada menos que un símbolo de estatus.
Exclusividad. Como explicó para El País Juan Vicente García Marsilla, catedrático de Historia Medieval, en aquellos tiempos si bien persistían alimentos como el pan, aceite de oliva, vino, queso, la carne o el pescado, las especias eras productos de lujo. Solo los cocineros selectos podían manipularlas y, evidentemente, su alcance se limitó a las grandes castas y clases sociales privilegiadas.
"Tenemos que comer todos, todos los días, pero en la Edad Media no tenían las formas de distinguirse que tenemos nosotros. Convertían la comida en una liturgia, un ritual en el que demostraban su riqueza y que se …