Quién haya crecido en los 90’s y se haga llamar gamer, tiene que haber sufrido de el mortal chanclazo que nuestras madres nos lanzaban con increíble precisión por habernos gastado el dinero de las tortillas en las maquinitas. Después de un tiempo y de varios tostones tirados a la basura, nos convertíamos en maestros de los títulos más difíciles de las arcadias o en su defecto, de las tortillerías y farmacias. Apartando nuestro lugar para la reta o para continuar con el juego que un pobre muchacho tuvo que dejar, porque se le acabo el cambio o porque su santa