Tan cerca y tan lejos a la vez. Este cliché refleja en buena parte la experiencia de “poseer” al día de hoy un Huawei Mate 30 Pro. Un smartphone lleno de bondades en su fabricación, pero mermado por las licencias de software. Es un automóvil de lujo y con suprema potencia, pero limitado a circular por barrios acotados a escasa velocidad.
Claro, esta frase que resumen un análisis puede ser algo capciosa, pues -en efecto- no es posible adquirir este teléfono oficialmente en nuestra región ni en otros mercados occidentales. Huawei lo sabe. Ahora bien, pese a que no está siendo comercializado, sí hemos tenido la posibilidad de probar la mano de la empresa con el primer teléfono de alta gama presentado tras el veto del Gobierno de Donald Trump a compañías chinas. Es decir, con las respectivas restricciones de acceso al software y los servicios de Google.
Los límites
Para estos efectos, la prohibición de colaboración entre Huawei y Google se manifiesta en dos planos. El primero, la inclusión del sistema operativo Android 10. El segundo, la disponibilidad y acceso a los servicios de Google, es decir, las aplicaciones soportadas por el gigante de Mountain View.
En cuanto al primer punto es casi imperceptible en la experiencia de uso, pues Huawei dispone del proyecto Open Source de Android, es decir, la base del sistema operativo disponible para todo el mundo, una especie de maqueta que permite su replicación. Además se cuenta con EMUI 10, la capa de personalización de Huawei …