La persona que estableció las normas para crear contraseñas por las que se rigen la mayoría de servicios online desvela ahora que hubo un error en el planteamiento.
Crear nuevas contraseñas probablemente sea uno de los procesos por los que más incomoda pasar actualmente, más aún cuando el número de servicios que se utilizan -y, por tanto, de claves- es cada vez mayor. Además, los requerimientos a la hora de registrar una nueva contraseña no facilitan que estas sean fáciles y sencillas de recordar, llegando al punto de tener que disponer de un registro de las mismas si no queremos estar solicitando la opción de recuperación de con frecuencia.
Esta es una de las razones por las que soluciones como los lectores de huellas dactilares en los teléfonos móviles han gozado de una acogida tan especular por parte de fabricantes y usuarios, puesto que se elimina el paso intermedio de tener que introducir la contraseña y se evitan los problemas derivados que el proceso puede suponer. Pero, ¿y si hubiésemos estado utilizando mal las contraseñas toda la vida? ¿Y si no tuvieran que ser necesariamente difíciles de recordar?Detrás de todos esos estándares que complican la elección de una nueva contraseña (letras mayúsculas y minúsculas, números, símbolos) está un hombre que en su día creyó que la combinación de todos ellos hacía a la palabra resultante más complicada de descifrar. Lo cierto es que no es así. Resultan más difíciles de recordar para los humanos, pero las máquinas pueden descifrarlas con una …