Tengo 30 años y a lo largo de mi vida he pasado por dos fases, todas relacionadas con la báscula. Y es que todos, más o menos, seguro que alguna vez nos hemos topado con algo así. Te pongo un ejemplo. De adolescente, engordé un poco y me vi "obligado" a pasar por esas típicas dietas de los años 2000. Durante ese tiempo, me tocaba pesarme todas las semanas con una rigurosidad casi militar. Ese momento frente a la báscula era de auténticos nervios: a ver si "lo habías hecho bien" o no.
Una de las peores cosas que te pueden pasar es cogerle miedo a la dieta, porque lo que realmente necesitas es cambiar la alimentación, no hacer dietas temporales para solucionar algo en unos meses y luego volver a los hábitos anteriores. Esa época pasó y, curiosamente, ahora estoy en el extremo contrario. No consigo coger peso y me obsesiono por ganar músculo. Un día me vi atrapado en el mismo patrón y me dije: "No, esto no pienso repetirlo. Necesito basarme en otra cosa". Y esa es la experiencia que te quiero contar hoy. Hace unos meses, tomé una decisión que ha cambiado completamente mi relación con el deporte: relegué la báscula a un segundo plano y convertí mi Apple Watch en mi aliado principal.
La obsesión de subirse a la báscula
Soy de esas personas naturalmente delgadas a las que les cuesta horrores ganar músculo. Quién me lo iba a decir hace 15 años. Pero quizás …