La evolución humana se asemeja más a una vid entrelazada que a un árbol con ramas definidas, según revela una exhaustiva investigación. Los encuentros con los denisovanos fueron más frecuentes y significativos de lo que se pensaba inicialmente, dejando una huella genética que persiste en poblaciones actuales desde Siberia hasta las islas del Pacífico Sur, modificando nuestra capacidad de adaptación a diversos entornos.Un innovador estudio publicado en Nature Genetics por los genetistas Linda Ongaro y Emilia Huerta-Sanchez arroja nueva luz sobre esta antigua especie humana. Su investigación demuestra que existieron múltiples poblaciones denisovanas adaptadas a diferentes regiones de Asia, cada una contribuyendo de manera única a nuestro patrimonio genético actual.El legado genético de los denisovanos revela una compleja red de adaptaciones que persisten en la actualidadEl descubrimiento de los denisovanos es relativamente reciente en comparación con los neandertales. Mientras que estos últimos han sido estudiados durante más de dos siglos, nuestro conocimiento sobre los denisovanos comenzó apenas en 2010 con el análisis genético de un pequeño hueso de dedo perteneciente a una joven. Este hallazgo revolucionario reveló la existencia de una especie humana previamente desconocida que se separó genéticamente de los neandertales hace aproximadamente 400.000 años, varios cientos de miles de años después de que los neandertales se diferenciaran de nuestros ancestros directos.La investigación ha revelado que los denisovanos dejaron una marca genética sorprendentemente diversa en las poblaciones modernas. Los tibetanos, por ejemplo, heredaron variantes genéticas que les permiten prosperar en ambientes con bajo contenido de oxígeno, una adaptación crucial …