En 2006, un ambicioso experimento de la NASA que buscaba medir partículas provenientes del espacio profundo fue lanzado en la Antártida. El llamado proyecto ANITA contaba con un detector de neutrinos que tras múltiples misiones, recolectó datos de alta utilidad para entender mejor el funcionamiento de estas partículas.
Sin embargo, dos lecturas, separadas por casi 10 años de diferencia, presentaron datos anómalos que no han podido ser replicados. Las señales, que en esencia debían ser detectadas como de origen espacial, parecían surgir directamente del hielo. Científicos alrededor del mundo han intentado dar sentido a esta información, sin que se logre una respuesta satisfactoria.
El experimento ANITA (Antarctic Impulsive Transient Antenna) fue lanzado en 2006 para la detección de neutrinos tau, un tipo de partícula subatómica que interactúa tan poco con la materia que prácticamente la atraviesa. Se cree que estos neutrinos nacen en eventos cósmicos violentos como las supernovas.
La NASA colocó una serie de antenas en un globo aerostático que sobrevolaría a unos 37 kilómetros de altura. La Antártica era el terreno perfecto, pues se trata de un terreno prácticamente estéril, sin interferencias biológicas ni eléctricas como en las ciudades. Además, el hielo de su superficie facilitaba su detección, pues las partículas rebotarían sobre él directo a las antenas.
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