La pregunta, aunque aparentemente inocente, venía cargada con bastante inquina. Benjamin Lujan, representante del Partido Demócrata en Nuevo México, fue uno de los congresistas que interrogaron a Mark Zuckerberg sobre los posibles «perfiles ocultos» dentro de la mayor red social del planeta. Y su cara, convertida en un cromo, se transformó para deslizar una promesa cocinada por sus servicios jurídicos: «En general recopilamos datos de personas que no están registradas en Facebook por motivos de seguridad».
Una respuesta que, sin lugar a dudas, parecía confirmar una de las teorías más inquietantes de los últimos años: ¿nos espían las plataformas sociales incluso si no formamos parte de ellas? Tras años de subidón, una segunda burbuja de las puntocom está próxima a explotar. La aguja que ha hecho estallar por los aires toda su credibilidad es la privacidad. Una era en la que, a raíz de los continuos escándalos, las firmas tecnológicas con servicios digitales han tenido que someterse a una cruda realidad: o cambian o desaparecen.
El pasado año, sin duda, fue el momento en el que se cayeron las caretas. Las redes sociales no habían nacido para conectar personas; habían nacido para hacer negocio de conectar personas. Y mientras aquello pasaba se olvidaron de protegerlas. Un estudio elaborado por un grupo de científicos de las universidades de Vermont (EE.UU.) y Adelaida (Australia) publicado en «Nature Human Behavior» relata el mecanismo de servicios como Facebook para procesar los datos de personas incluso si no forman parte de su comunidad.
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