Desde mucho antes de la pandemia por COVID-19, ya era común entre los japoneses el uso de cubrebocas, especialmente durante el invierno y la primavera. Esto se debe a la llamada fiebre del heno o kafunshō ("enfermedad del polen"), una grave alergia que afecta al 42.5% de la población japonesa, y que cada año pone contra las cuerdas la economía del país.
Y es que, de acuerdo con la BBC, la fiebre del heno le cuesta a Japón alrededor de 2,200 millones de dólares anuales, entre gastos médicos y caídas en la productividad. Esta crisis, que ha llevado al gobierno a emprender una agresiva estrategia de tala de árboles tiene su origen en el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El origen de todo: la guerra
Durante la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos de los Aliados incendiaron muchas ciudades japonesas construidas en madera. Esto, además de pérdidas humanas, dio lugar a una crisis de materiales de construcción en el país. Tanto, que tras el conflicto bélico, el gobierno trató de impulsar la industria maderera con la reforestación masiva de cedros y cipreses.
No obstante, con el tiempo la demanda de estas especies autóctonas disminuyó debido a la importación de madera barata proveniente del extranjero. Las grandes extensiones de bosques de monocultivo fueron abandonadas a su suerte y se convirtieron en gigantescas fábricas de polen. Como resultado, hoy en día más del 40% de los bosques de Japón están dominados por estas especies …