El modelo propuesto por Microsoft cambia el estancamiento generacional de las consolas por saltos incrementales, con especial atención al ecosistema y no al dispositivo final.
Si echamos la vista atrás, Microsoft lleva unos cuantos meses dándonos pistas sobre su visión del futuro de los videojuegos. Y a pesar de que lo veíamos venir, nunca imaginábamos que la compañía nos iba a poner tan fácil jugar. Porque de eso se trata el asunto. De jugar. No importa dónde, no importa cómo. Lo importante es que todos aquellos que quieran disfrutar de los videojuegos lo hagan.
Y sin verlo, Microsoft, plataforma de Xbox mediante, nos ha enseñado un poquito del futuro de los videojuegos. Un futuro en el que los grandes lanzamientos se habían puesto en entredicho por la eclosión del juego móvil, ocasional y de bajo presupuesto y alta rentabilidad. Simplificándolo mucho, el movimiento de Microsoft, que de una forma u otra va a ser replicado —esta vez sí— por el resto de la industria, es una respuesta a ese alejamiento del jugador más ocasional que mueve la rueda de la industria del videojuego a golpe de triple A.
La propuesta es sencilla, sí, pero increíblemente efectiva para hacer al videojuego con mayúsculas más accesible a todos: convertir lo que hasta ahora era una plataforma cerrada —la de las consolas— en un ecosistema completo abierto al multidispositivo. Básicamente, Microsoft ha convertido la estrategia inicial de Xbox One, mal comunicada, con muchas dudas y con un futuro incierto, en una estrategia transparente, coherente con el …