Una enfermedad mental es difícil de sobrellevar. Más aún cuando se vive en un país en el que no existen medicamentos para ayudar a tratarla.
Una idea es algo muy poderoso. Puede motivar a millones de personas a realizar un objetivo común, cambiar su perspectiva sobre el universo o hasta hacer invisible algo obvio que, si fuese verdad, contradeciría la base que sostiene al ideal.
Como señala Leon Festinger en su famoso libro "When Prophecy Fails", si un grupo de personas se comprometen con un ideal hasta el punto de dedicar sus vidas a él (ya sea parcial o completamente) y luego son obligados a enfrentarse con un evento que contradice las premisas esenciales que lo componen, los sujetos rara vez suelen aceptar dicho hecho. Se establece una disonancia cognitiva para proteger al individuo de daño psicológico. Un mecanismo de defensa cuyo origen sigue rodeado de misterio.
Este es el caso de los seguidores del socialismo del siglo XXI. A pesar de la miseria por la que se caracterizan los países que siguen esta doctrina, ninguna prueba es suficiente para cambiar la opinión de los defensores de esta teoría económica.
Venezuela es uno de los desdichados países que experimentan los efectos de que el Gobierno se haga con el control de todo; desde los servicios más intrascendentes, hasta la importación de alimentos y medicinas. La escasez general ha llegado a afectar a todos los sectores de la sociedad, tanto a los mercados como a las farmacias.
REUTERS/Jorge Silva
Los hospitales trabajan como pueden, sin presupuestos decentes …