De niño uno llega a imaginar cosas imposibles y algo tontas que, sin embargo, no dejan de ser completamente aterradoras. El fotógrafo Joshua Hoffine se ha dedicado a determinarlas con su cámara.
El miedo es una herramienta evolutiva diseñada por la naturaleza para mantenernos con vida. No hay nada más efectivo que tu corazón latiendo con rapidez, que tus sentidos se agudicen y recibas una buena dosis de adrenalina para que seas capaz de huir o atacar a cualquier sujeto o cosa que amenace tu bienestar personal.
Lo que ocurre es que la madre naturaleza no contaba con nuestra excepcional capacidad para imaginarnos toda clase de situaciones irracionales, hasta el punto de temer que un fantasma esté rondando tu sala, luego de escuchar ruidos extraños. Lo que que te lleva a esconderte bajo tus sábanas, en vez de armarte con el bate que descasa junto a tu puerta para ahuyentar al asesino en serie que se aproxima a la habitación.
Lo malo es que el asesino planea usar la misma táctica.
Así es como terminamos ansiosos y asustados frente a una serie interminable de situaciones en las que no corremos ningún peligro físico: al ver una película de terror, imaginando qué criaturas se esconden en los rincones oscuros de nuestra casa, encontrarte en una fiesta en la que no conoces a nadie, pero que todos sí te conocen a ti y te odian en secreto por los artículos ofensivos que escribes en Internet, etc.
Quizá no tan "en secreto".
Al fotógrafo Joshua Hoffine le interesan bastante …