Tras semanas de rumores e insinuaciones, hace un apenas un par de días que Elon Musk ha confirmado que deja la política haciéndose a un lado del gobierno de Trump como motor del DOGE, un auténtico azote para el funcionariado y la Administración de Estados Unidos. Y lo hace para volver a dedicarse a tope a sus empresas, que no son pocas ni pequeñas: X, Tesla, SpaceX, entre otras.
A Elon Musk le gusta controlarlo todo al milímetro, algo que ha intentado implantar en el Departamento de Eficiencia Gubernamental con mano dura. Así, entre su historial de acciones se encuentran despidos de funcionariado, los emails ultimátum o tratar de implantar la jornada laboral de 120 horas semanales, una hoja de ruta que sin ir más lejos ya vimos cuando compró Twitter.
Que trabajar con el multimillonario no es fácil es algo que puede vislumbrarse tirando de hemeroteca con su historial de desencuentros y formas, pero eso sí: también es de justicia reconocer su ambición desmedida y que ha tenido su éxito. ¿Vale la pena? Una antigua mano derecha lo explica en la biografía de Walter Isaakson del empresario.
¿Merece la pena pagar el precio?
En 2007 Elon Musk habló con Michael Marks, inversor de Tesla, para que este se convirtiera en director general de la empresa de coches eléctricos. Con una experiencia exitosa en el mismo puesto en Flextronics, (había convertido a esta industria de servicios para la industria electrónica en líder) tirando de integración vertical, parecía el candidato ideal …