Normalmente, si un software está disponible para Linux, sabemos que una de las distribuciones en que podremos instalarlo es Ubuntu. Su número de usuarios y su facilidad de instalación y de uso la han convertido en la 'distribución de escritorio' de referencia en el ecosistema Linux durante los últimos años.
Y, sin embargo, pese a ese destacado papel, en lo que respecta al escritorio Ubuntu parece ser una potencia en decadencia, una que ha dejado de innovar y que ya no marca el camino al resto de distribuciones, sino que se limita a reaccionar ante ellas.
Tras Unity, se acabó la innovación
Canonical ya dio su primer paso atrás cuando abandonó el desarrollo de su propio entorno de escritorio, el famoso Unity con el que la compañía soñaba con liderar la convergencia escritorio/móvil. Desechada esa aspiración, y ante el coste de desarrollar Unity en solitario, sus responsables decidieron volver a utilizar el histórico GNOME.
Lo hicieron, eso sí, parcheando GNOME para que siguiera ofreciendo una experiencia de usuario similar a la de Unity. Esto ocurrió en 2018, y los cuatro años transcurridos desde entonces han dejado claro que, ahí donde el Ubuntu pre-Unity contribuyó con numerosas extensiones a enriquecer el ecosistema GNOME (como MeMenu o Notify-OSD), el post-Unity se limita a lo ya dicho: a adaptar GNOME a su 'look' diferenciado, mientras este escritorio sigue evolucionando por su cuenta.
En Genbeta
A pesar del gran momento que vive Linux …