El asfixiante régimen fiscal, las vacuas medidas adoptadas por los gobiernos de la «vieja política», los bandazos económicos en diferentes sectores productivos o la falta de formación en materia de emprendimiento (desde la escuela hasta la Universidad) son algunos de los principales obstáculos que han de sortear los jóvenes emprendedores a la hora de crear su propio negocio.
A la inoperancia de los diferentes gobiernos (estatales y autonómicos) se les ha de sumar las trabas en materia de financiación. La banca, históricamente muy dada a regalar créditos (hipotecarios y de otra índole), parece haber aprendido cierta lección tras la crisis y apenas ofrece soluciones económicas para los jóvenes emprendedores con proyectos de envergadura, al igual que los fondos de inversión.
Todo ello plantea una cuestión: ¿qué ha de hacer entonces un emprendedor para sacar su proyecto adelante más allá de, por supuesto, plantear un producto o servicio innovador (con ciertas ventajas competitivas que escapen a una estrategia de diferenciación vía precio) para el mercado?
Conquistar los focos. O en otras palabras, ganar el máximo posible de visibilidad. Vivimos en el siglo de la imagen, de la inmediatez, de los micro-contenidos. Sólo «rascando» visibilidad se puede convertir una idea aparentemente costosa (en cuanto a recursos de dinero y tiempo se refiere) en un proyecto exitoso. Si se observan plataformas como Glovo o Netflix, todas comparten un antecedente común: eran «apps» completamente deficitarias pero con unas cuotas de visibilidad altísimas, en medios de comunicación y, sobre todo, en redes sociales. Hablamos de …