La humanidad es tan adaptable, solía decir mi madre. Es realmente sorprendente a lo que se pueden acostumbrar las personas siempre que tengan algunas compensaciones.
Hace unos días me recomendaron encarecidamente El cuento de la criada, tanto la serie como la novela en la que está basada, así que me puse manos a la obra, empezando con el libro.
El cuento de la criada se sitúa en un universo muy parecido al nuestro pero con significantes diferencias. En él un supuesto atentado yihadista a finales del siglo XX que termina con el presidente y con el gobierno sirve como justificación al ejército de los Estados Unidos –y a quienes, en la sombra, han orquestado todo– para suspender la constitución e implantar un régimen teocrático en el que la mayoría de las libertades quedan abolidas y la disensión no sólo no es permitida sino que es perseguida.
Los Estados Unidos pasan así a ser la república de Gilead, que está en guerra con grupos rebeldes, y donde se persigue a aquellos que profesan una religión distinta a su puritanismo extremo, a los gays, y a cualquiera que pueda ser una amenaza, real o imaginada, para el régimen. Todo el mundo sospecha de todo el mundo, y nunca sabes cuando alguien puede ser un agente encubierto que te puede denunciar. Las ejecuciones públicas y la exhibición de los cadáveres de los ajusticiados como ejemplo están a la orden del día.
Pero quienes se llevan la peor parte son las mujeres, que bajo …