Somos una sociedad totalmente diferente a la que éramos hace diez años. Ha cambiado nuestra forma de comunicarnos, de relacionarnos entre nosotros, y somos más conscientes del mundo - de cualquier parte de él. Hemos entendido la tecnología de una forma que amplifica las capacidades que tenemos como especie, una auténtica bicicleta para nuestras mentes: está más cerca de cualquiera de lo que lo ha estado nunca y, esta democratización de lo silícico, ha logrado transformar ciertos rumbos que antes de 2007 eran impensables.
Ello ha sido posible gracias a la movilidad: los tradicionales ordenadores eran esclavos de sus escritorios y hacía falta algo más para elevar las posibilidades. El escritor estadounidense Henry Miller decía que “la imaginación es la voz del atrevimiento” y, qué gran verdad es esa. Durante años hemos crecido con fantasías de ciencia ficción donde las máquinas hablaban y los dispositivos que teníamos enraizados en nuestras mesas cabían en los bolsillos, pero nuestro mundo no era así. Aún no.
Los dispositivos anteriores al iPhone trataban de emular los grandes ordenadores sin mucho éxito, eran casi accesorios
Lo que teníamos en los bolsillos antes de 2007 eran pequeñas máquinas que emulaban otras mayores y siempre fracasaban. La tecnología es una metáfora de la vida humana pero debe ser también convertida, repensada, transformada y derivada de una idea esencial. La clave para que funcione algo nuevo es que realmente lo sea. Y siempre se repiten los mismos patrones: nadie apuesta demasiado por algo que aún no necesitan, pero …