Te voy a contar un secreto en el que mis amigos y yo hacíamos algo bastante idiota: una captura de pantalla de lo que teníamos en iTunes cada semana. Era un pequeño ritual para mostrar lo que habíamos añadido recientemente, lo que estábamos escuchando. Una forma "física" de ejemplificar algo digital. Ese era el termómetro para medir lo que más nos estaba gustando. En Apple Music y Apple Music Classical se puede hacer lo mismo.
Pero la aplicación se ha vuelto compleja y huraña: es fácil confundir lo comprado con la música local, las bibliotecas tardan en cargar y cada cierto tiempo fallan y pierden carátulas y otros metadatos. Se descargan cosas que no quieres pero no se sincronizan las que sí quieres... en general, la aplicación para Mac deja bastante que desear —aunque la de iPhone, lo reconozco, va genial—.
Si analizamos Apple Music bajo la heurística de usabilidad planteada por Jakob Nielsen, uno de los mayores expertos en el planeta en materia de interfaces de usuario, es probable que suspenda. Muchos iconos, muchas opciones semi-ocultas Y eso que hemos mejorado: ¿alguien recuerda los días de los politonos para exportar una canción y ponerla al vuelo en el iPhone? Con la muerte de iTunes perdí parte de mis hábitos de consumo musical. Era mi memoria. Así que he pasado meses buscando alternativas. Y te cuento todo lo que he descubierto. Hay opciones que merecen la pena.
Cuando la música nos pertenecía: Winamp, el iPod y el esplendor de iTunes
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