Decenas de actos cotidianos, como lavarse las manos, preparar un café, regar las plantas, pegar un sello, amasar pan o barro o poner una inyección intramuscular, son posibles gracias a una de las características más fundamentales del agua: su capacidad para actuar como disolvente de gases, líquidos o sólidos. Es precisamente este gran poder disolvente …