Durante años, la conversación sobre la autonomía de nuestros iPhones ha girado en torno a una premisa casi inmutable: más miliamperios-hora (mAh) equivalen a más tiempo de uso. Esta es una verdad a medias. Porque llega un punto en esta carrera donde exprimir cada electrón no irá más allá límites físicos impuestos por la tecnología. Entonces el progreso se estanca y hay que buscar alternativas.
Ayer hablamos de una, presumiblemente, "mala noticia": el nuevo iPhone 17 Air apunta a tener una batería muy pequeña, un retorno al iPhone 6 según varias filtraciones, que la sitúan en 2800 mAh. Pero Apple tiene un socio. Este socio es TDK. Siempre ha colaborado con Apple suministrando componentes pasivos (inductores, condensadores...). Fue un colaborador clave con Foxconn cuando se fabricaron las primeras generaciones de iPod y llevan desde 1935 fabricando electrónica. Y parece que serán el socio clave para que la autonomía del iPhone 17 Air sea muy diferente a lo que se venía rumoreando.
La delgadez como dogma
Para entender la magnitud de este avance, necesitamos parar un momento para entender mejor una batería de ion-litio. Imaginemos una batería como un hotel con dos edificios principales: el cátodo, donde se alojan los iones de litio cuando la batería está cargada, y el ánodo, donde se mudan durante la descarga, liberando energía. El grafito, por su parte, es como un hotel con un número concreto de habitaciones. Es decir, podrá albergar una cantidad específica de iones de litio …