A principios de este mes, una orden (PDF) firmada por una juez de Nueva York obligó a OpenAI a empezar a conservar todos los registros de chat de ChatGPT, incluso los borrados y los (supuestamente) anónimos. Esto, claro, ha generado una tormenta legal, técnica y ética: mientras la justicia defiende su actuación como una medida estándar dentro de un litigio civil, usuarios y defensores de la privacidad lo ven como la antesala de un régimen de vigilancia digital sin precedentes.
Todo comenzó con el copyright
Todo comienza con una demanda presentada por The New York Times contra OpenAI por supuestas infracciones de derechos de autor. Los demandantes argumentan que algunos usuarios podrían estar utilizando ChatGPT para evitar el sistema de pago del periódico y generar contenido basado en sus artículos.
Ante la imposibilidad de acceder a los chats eliminados por defecto por OpenAI, el tribunal ordenó a la empresa conservar indefinidamente todos los registros de conversaciones, incluso los que ya habían sido borrados por los usuarios.
Los usuarios temen a una 'vigilancia masiva'
Dos usuarios intentaron intervenir en el proceso judicial, alarmados por lo que consideran una vulneración de sus derechos fundamentales. Uno de ellos, Aidan Hunt, alegó que la orden judicial daba lugar a una "iniciativa de vigilancia masiva a nivel nacional", sin consentimiento ni notificación previa a los usuarios.
Argumentó que sus derechos constitucionales, especialmente los amparados por la Cuarta Enmienda de la Constitución estadounidense y el debido proceso, estaban siendo pisoteados. Además, criticó que ni siquiera se …