Según cuentan en BGR una señora de New Hampshire que ganó el superbote de la lotería Powerball estadounidense tiene que decidir entre salvaguardar su privacidad o cobrar un bote de 560 millones de dólares. La razón es que allí las reglas del juego implican que hay que identificar públicamente a los ganadores con su nombre real y lugar de residencia para evitar fraudes. Esto suele implicar –aunque no es obligatorio– el tradicional posado con el cheque, rueda de prensa, etcétera.
Esta normativa puede parecer buena idea –al menos en parte– pero también fastidia la privacidad de quienes prefieran mantenerse en el anonimato por cualquier razón. Y ser la nueva millonaria del pueblo puede sugiere ejercer la discreción. De modo que la señora ha llevado el caso a los tribunales a ver si puede ganarlo y pasar de estrangis.
Quienes abogan por la «privacidad a cualquier precio» y afirman que «no venderían sus datos personales por un dólar, ni diez, ni mil» ahora tienen un dilema práctico de 560 millones de dólares – un poco como en el caso de aquella Proposición indecente de Robert Redford a Demi Moore en la película del mismo título que también «dividió al mundo». Spoiler: La pasta manda.
En China son más originales y encontraron un resquicio legal, de modo que hay gente que acude disfrazada de oso a recoger el premio. Si hay que recogerlo en persona se recoge; si hay que hacerse fotos, se hacen. La norma no dice nada de hacerlo disfrazado, …